
Los más afectados
Adultos mayores y población más pobre
En Cuba, la corrupción en el sistema de salud pública afecta con más fuerza a los sectores más vulnerables, especialmente a adultos mayores y personas en pobreza extrema. Pagos indebidos, escasez de medicamentos y redes informales marcan el acceso a tratamientos vitales, profundizando la desigualdad en un país cada vez más envejecido.
Si bien la corrupción en el SNS afecta a toda la población, algunos grupos se ven especialmente perjudicados.
Aunque el gobierno cubano no divulga estudios oficiales sobre pobreza, diversos informes independientes, como uno del Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH) en 2024, revelan que al menos el 89% de la población encuestada atraviesa pobreza extrema. Además, el 86% de los hogares apenas sobreviven en los márgenes de la supervivencia, y el 61% no puede acceder a lo esencial para vivir.
La socióloga Mayra Espina estima que entre el 40 y el 45% de la población se encuentra en pobreza y vulnerabilidad, y aproximadamente el 0.7% en pobreza multidimensional o extrema. En este contexto, los pagos indebidos en salud pública agravan la situación, afectando de manera desproporcionada a los más pobres, quienes ya enfrentan dificultades económicas severas.
Por otra parte, de acuerdo con Cubadata, al 54.3% de las personas encuestadas mayores de 60 años el impacto de la corrupción en salud le reporta perjuicios económicos significativos, mientras que entre los jóvenes de 18 a 29 años al 35.4%.
Como principales dependientes de atención médica y tratamientos, y con ingresos económicos escasos o nulos, los adultos mayores enfrentan una situación preocupante.
Con una pensión media de 2.000 pesos y una mínima de 1.528 –percibida por más del 39% de los jubilados según datos oficiales–, este sector se sitúa en condiciones de extrema pobreza. La mayoría se ve obligada a suspender o retirar tratamientos o a depender de la solidaridad de familiares y conocidos.
Este grupo, además, se ve perjudicado por la migración de familiares y parientes más jóvenes, lo que debilita y, en muchos casos, provoca la pérdida de sus redes de apoyo. En 2022, fuentes oficiales estimaron que el 17.4% de las personas de la tercera edad vivían solas. La cifra habría aumentado desde entonces.
El informe del OCDH indica que el 78% de esta población –especialmente los que no reciben remesas– es la más afectada por la crisis económica y por la escasez de medicinas y recursos de salud. Dentro de este grupo, un alto porcentaje corresponde a personas negras, con un 81% sin acceso a este tipo de apoyo del exterior.
Entre las personas de 61 a 70 años, el 38% no pudo acceder a medicamentos; esa cifra aumenta al 43% en mayores de 70. En la Isla estos datos adquieren mayor relevancia, ya que al menos uno de cada cuatro cubanos tiene más de 60 años (25.7%), encabezando, así, la lista de los países más envejecidos de América Latina y el Caribe.
En La Habana, la historia de la «tía de crianza» de Jairo ejemplifica la situación. La señora, de 74 años, vivía sola y dependía de una hija emigrada a Estados Unidos, que en los últimos tiempos no la podía apoyar económicamente. Por eso cuando en la unidad de terapia intermedia del Hospital Universitario «Calixto García», de La Habana, le detectaron el aneurisma cerebral, Jairo se hizo cargo.
La anciana necesitaba una tomografía de cráneo para determinar el plan de tratamiento a seguir, pero en ese hospital no estaban disponibles los recursos para realizarla. Jairo averiguó que el único lugar donde la hacían era en el Hospital «Hermanos Ameijeiras», pero para acceder requería un contacto.
Conseguirlo le tomó alrededor de dos o tres semanas y ocurrió mientras buscaba unos medicamentos a través de Revolico, una plataforma informal de anuncios clasificados. Desabastecidas las farmacias estatales, probó suerte en el mercado informal. Y la tuvo; de hecho, tuvo más de la esperada. Al revelarle la condición médica de su tía, para quien eran los medicamentos, la misma mujer que se los vendió a sobreprecio, le habría asegurado que «tenía forma de solucionarle eso».
Cuenta que por 20.000 pesos le gestionó una cama para el ingreso de su tía en el «Ameijeiras». Jairo desconoce la relación de la mujer con el centro.
Además de su tía, en el «Ameijeiras» había otras quince o veinte personas en espera de hacerse la misma prueba, por lo que su turno le llegó alrededor de una semana y media más tarde, con un costo adicional de 5.000 pesos.
Tras realizársela, un especialista determinó que era posible operar para extraer el aneurisma. Una semana después de una exitosa cirugía de seis horas, le dieron de alta. Sin embargo, poco después la anciana sufrió un derrame cerebral y hubo que ingresarla de nuevo. Jairo acudió a la misma intermediaria que le gestionó el ingreso la primera ocasión, pero esa segunda vez le habría pedido 15.000 pesos. Para poder pagarlos, Jairo tuvo que vender su bicicleta. Lamentablemente su tía falleció poco después, a finales de marzo de 2025.
Otra historia, la de la tía de Enrique, refleja cómo los pagos informales y los contactos pueden marcar la diferencia. Mientras la mayoría de los cubanos de bajos ingresos lucha por sobrevivir en un sistema cada vez más desigual y colapsado, los sectores con mayores recursos pueden pagar sobornos o comprar medicamentos.
De noviembre a diciembre de 2024, la tía de Enrique, de 62 años, estuvo ingresada en el hospital provincial Saturnino Lora de Santiago de Cuba, a causa de pie diabético. El ingreso fue gestionado por un contacto de la familia y aunque, aclara, que no pidieron ningún pago extraoficial, decidieron darlo «para tener a los médicos del lado de acá», explica Enrique. Es decir, para garantizar una atención de calidad.
«De atender, te atienden –dice–, pero para que te den una atención del “detalle” tienes que tener amistad o congraciarte con los médicos».
Congraciarse les costó 105 USD: 40 para un médico conocido de la familia que fungió como intermediario, otros 40 para un angiólogo y 25 para el enfermero que hizo las curas.
Según Enrique, estos pagos no tuvieron un gran impacto económico en su caso, ya que el esposo de su tía envió ese dinero desde Estados Unidos. Esta no es, sin embargo, la situación de la mayoría de las personas de la tercera edad en Cuba.
Este joven santiaguero cree que, sin el contacto interno y sin el dinero ofrecido, su tía habría sido dada de alta del hospital y derivada a centros de atención primaria, donde las curas son menos especializadas y los recursos más escasos.
Además de la falta de higiene y recursos, Enrique señala que hay que estar atento a que el personal de enfermería administre correctamente los medicamentos, cumpla con las dosis y no se los sustraigan a los pacientes ingresados. A su tía, asegura, le robaron una dosis de un antibiótico que formaba parte de su tratamiento.
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CRÉDITOS
La privatización silenciosa: Prácticas de corrupción en el Sistema Nacional de Salud cubano» es una investigación realizada por el equipo de Casa Palanca con el apoyo de Cubadata.